Correr un maratón es mucho más que un reto físico: es una experiencia transformadora que involucra disciplina, salud, conocimiento del cuerpo y constancia. Aunque los beneficios son amplios, también existen riesgos importantes si no se realiza con la preparación adecuada.
Sin embargo, en México y otras partes del mundo aún es común ver a personas que, motivadas por el entusiasmo o la moda del running, deciden enfrentarse a los 42 kilómetros sin el entrenamiento, equipo o conocimientos necesarios. El resultado: lesiones, desmayos, hospitalizaciones y, en algunos casos, consecuencias fatales.
En el programa radiofónico Hipócrates 2.0, dedicado al tema de la salud y el maratón, del Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes, conducido por Mauricio Rodríguez, Eduardo Acosta Rodríguez, especialista en reconstrucción articular de cadera y rodilla y director de los Servicios Médicos del Club Universidad Nacional, abordó los aspectos más relevantes que todo corredor –ya sea principiante o con experiencia– debe tener en cuenta antes de lanzarse a conquistar los 42.195 kilómetros de un maratón.
Al iniciar su participación sobre el tema, Acosta Rodríguez aprovechó el espacio para hablar sobre los beneficios que tiene la práctica regular del deporte, entre las cuales se encuentran mejorar la salud cardiovascular, ayuda a controlar enfermedades como la diabetes o la hipertensión, fortalecer la salud mental y disminuir los niveles de ansiedad y depresión. Para que estos beneficios se manifiesten plenamente, la actividad física debe ser rutinaria, estructurada y progresiva (al menos tres veces a la semana).
Uno de los errores más comunes entre los corredores novatos es asumir que correr es algo intuitivo: basta con salir a trotar y tener ganas. La realidad es distinta. La preparación para un maratón, con base en lo explicado por Acosta, incluye: un diagnóstico médico deportivo previo (electrocardiograma); un plan de entrenamiento progresivo (que suele durar entre nueve meses y un año); evaluaciones constantes de fuerza, movilidad, resistencia y postura; selección del equipo adecuado (no es lo mismo tenis planos que unos específicos para esta actividad, llevar ropa apta); y atención profesional constante (asistir con médicos, nutriólogos, fisioterapeutas, preparadores físicos).
