Muchas personas aseguran poder «sentir» el cambio del tiempo en su cuerpo, especialmente en las articulaciones, huesos o cicatrices antiguas.
Este fenómeno, a veces tomado como mito popular, tiene una base científica real.
Cambios atmosféricos y presión barométrica: el disparador silencioso
El factor más estudiado y relacionado con los dolores corporales ante un cambio de clima es la presión atmosférica, también conocida como presión barométrica. Esta es la fuerza que ejerce el aire sobre la superficie terrestre. Cuando el clima está a punto de cambiar, especialmente antes de una tormenta o de una bajada de temperatura, la presión barométrica disminuye.
Este descenso de presión provoca una expansión de los tejidos corporales, especialmente en zonas sensibles como las articulaciones, que pueden inflamarse o generar presión sobre nervios y terminaciones nerviosas, provocando dolor. Las personas con artritis, artrosis o lesiones previas son particularmente susceptibles a estos cambios.
Articulaciones, músculos y cicatrices: los «sensores» del tiempo
Artritis y artrosis
En pacientes con enfermedades reumáticas, como la artritis, las articulaciones ya están inflamadas o dañadas. La menor presión atmosférica puede agravar la sensación de dolor, incluso si no hay un cambio visible en la articulación.
Lesiones antiguas
Fracturas mal curadas, esguinces o incluso intervenciones quirúrgicas pasadas pueden dejar zonas del cuerpo más sensibles. Cuando cambia el tiempo, los tejidos alrededor de estas áreas pueden reaccionar de forma más exagerada.
Cicatrices quirúrgicas o traumáticas