El fracaso de Estados Unidos para contener las infecciones por coronavirus en el país ha causado alarma en Europa, mientras el país más poderoso del mundo se acerca a un récord mundial de 5 millones de infecciones confirmadas.
Quizás en ningún otro lugar fuera de los Estados Unidos se ve con más consternación a la fallida administración estadounidense que en Italia, que fue el punto cero de la epidemia europea. Los italianos no estaban preparados cuando estalló el brote en febrero, y el país sigue teniendo una de las peores cifras oficiales de muertos, con 35.000.
Gran parte de la incredulidad en Europa se debe a que Estados Unidos tuvo tiempo a su favor, la experiencia europea y el conocimiento médico sobre cómo tratar el virus, ventajas que el continente no tenía cuando los primeros pacientes con COVID-19 comenzaron a llenar las unidades de medicina intensiva.
Sin embargo, después de más de cuatro meses de epidemia sostenida, Estados Unidos está a punto de alcanzar los 5 millones de infecciones confirmadas, siendo con mucho el mayor número del mundo. Las autoridades sanitarias creen que la cifra real se acercará a los 50 millones, dadas las limitaciones para realizar las pruebas diagnósticas y el hecho de que hasta un 40% de los casos son asintomáticos.
Estados Unidos encabeza la lista de muertos con 160.000 personas, los casos siguen aumentando y la resistencia al uso del cubrebocas se ha convertido en un problema político. Ante esta situación, los países europeos han prohibido la entrada de turistas estadounidenses y visitantes de otros países con casos cada vez mayores. Francia y Alemania han impuesto pruebas de diagnóstico obligatorias para los viajeros que llegan de países «en riesgo», como Estados Unidos.
En Estados Unidos, los casos nuevos rondan los 54.000 por día, un número mucho mayor, incluso teniendo en cuenta su población. Y aunque se redujo de 70.000 al día el mes pasado, los casos siguen aumentando en casi 20 estados y las muertes están aumentando en la mayoría.
«Si los profesionales médicos se hubieran dejado trabajar en Estados Unidos, habrían llegado a un punto de controlar esto en marzo», dijo Scott Lucas, profesor de estudios internacionales en la Universidad de Birmingham, Inglaterra. «Pero, por supuesto, a los profesionales médicos y de salud pública no se les permitió actuar sin obstáculos», dijo, refiriéndose a las frecuentes intervenciones de Trump contra sus propios expertos.
Cuando el virus llegó a Estados Unidos, Trump y sus partidarios rápidamente lo etiquetaron como una «estafa» o afirmaron que desaparecería con el clima de verano.